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viernes, 1 de marzo de 2013


EL ESCÁNDALO DEL PENSAMIENTO EVANGÉLICO



Introducción
En nuestros esfuerzos por alcanzar a nuestra sociedad para Cristo, tenemos que entender que las personas suelen no ver el mundo correctamente debido a problemas en su forma de pensar. Sus creencias o actitudes -o aun lo que piensan acerca del pensar- crean piedras de tropiezo. Pero, antes de sentirnos demasiado autosuficientes, tenemos que reconocer que nosotros mismos no somos inmunes a esto; los cristianos tampoco piensan correctamente siempre.
Antes de poder encarar a nuestra sociedad eficazmente en este nivel, tenemos que confrontarnos a nosotros mismos. Nos preguntamos por qué, con tantas personas que profesan la fe hoy, no logramos tener un mayor impacto en nuestra sociedad. Suele decirse que no estamos haciendo lo suficiente. Otra razón es que no estamos pensando lo suficiente.En la corriente de pensamiento popular no exegético, se pueden señalar cuatro características:
Ø  populismo
Ø  activismo
Ø  biblicismo
Ø  intuicionismo
Populismo,  es que los cristianos evangélicos consideran que la fortaleza de la iglesia (en el nivel humano, por supuesto) reside en las personas en sentadas en las bancas más que los que están en los púlpitos.
Activismo se refiere a la falta de paciencia y el deseo de estar ocupado en la obra del Señor.
El biblicismo se refiere a la creencia de que la verdad se encuentra solo en la Biblia.
El intuicionismo se refiere a la tendencia de seguir respuestas instintivas en vez de estudiar los temas con rigurosidad.
¿Preste atención? Esta no es ninguna cuestión menor. Decir que lo único que importa es lo eterno, que no necesitamos perder demasiado tiempo en las cosas de este mundo -que igualmente está destinado a consumirse- podría parecer un reflejo de la enseñanza bíblica, pero no lo es. No estamos sugiriendo aquí que las cosas de la tierra son en sí mismas más importantes que las cosas del cielo. Ni estamos diciendo que todos tienen que ser eruditos. Lo que estamos diciendo es que tenemos que pensar, que necesitamos aprender, que necesitamos entender el mundo en el cual vivimos si queremos ser tomados en serio por el mundo en el que habitamos. Algunos de nosotros deberíamos ser eruditos, sin embargo, y eruditos que pueden lograr el respecto de sus pares tanto dentro como fuera de la iglesia. Pero todos nosotros tenemos que aprender a pensar correctamente en el nivel en que nos movamos.

Dos factores de nuestro pasado que han tenido y aún tienen ramificaciones para la mente evangélica fueron el pietismo y el populismo.
El pietismo tiene sus raíces a fines del siglo XVII en Europa, como reacción al ritualismo frío y formalista tan predominante en la iglesia. El cristianismo parecía más un tema de especulación filosófica y de discusión que una religión viva. Philipp Jakob Spener, un pastor alemán, buscó reformar las vidas de las personas sentadas en las bancas de la iglesia. "Instituyó [asambleas piadosas] para que se reúnan los miércoles y domingos para orar, para hablar sobre el sermón de la semana anterior, y para aplicar pasajes de la Biblia y escritos devocionales a las vidas individuales". En 1675, Spener escribió Pia Desideria (Deseos Piadosos), donde bosquejó sus ideas para la reforma. Estas incluían un renovado énfasis en la Biblia, el reavivamiento del sacerdocio del creyente, el énfasis en la práctica cristiana, y la predicación de sermones comprensibles.
El pietismo se extendió en varias direcciones con el paso de los años. Los moravos, que influyeron significativamente en John Wesley, "llevaron la inquietud pietista por la espiritualidad personal casi literalmente a todo el mundo". El pietismo fue influyente entre los menonitas, los hermanos y los cristianos reformados holandeses. Sus ideas pueden verse en las enseñanzas de Cotton Mather y William Law, y en la predicación del Gran Avivamiento Estadounidense, a mediados del siglo XVIII.
El pietismo tuvo como efecto el desplazamiento del lugar de la autoridad, de la tradición y el liderazgo establecido de la iglesia al cristiano individual. No todos estaban a favor de esto. Algunos líderes de la iglesia se opusieron al movimiento por razones egoístas, pero otros estaban preocupados genuinamente por la posibilidad de una "subjetividad y antiintelectualismo incontrolados". El separatismo era otro problema. Si bien Spener nunca lo pidió, algunas personas se separaron de las iglesias establecidas.
Del lado positivo, uno encuentra en el pietismo un fuerte compromiso con la Biblia, el rechazo de la fría ortodoxia y un énfasis en la experiencia personal auténtica. El pietismo ha sido una fuente de renovación en iglesias frías, un aliento para todos cristiano se involucren en el ministerio, y un impulso para que las personas estén siembre relacionándose con Dios.
Del lado negativo, sin embargo, el pietismo dio lugar al subjetivismo y al emocionalismo. Brindó una excusa para el antiintelectualismo y para descuidar la erudición cuidadosa. Las lecciones aprendidas por cristianos en siglos anteriores ya no necesitaban ser consideradas, ya que la experiencia presente de uno con Dios era lo más importante. Finalmente, inclinó a algunas personas a establecer códigos de moralidad algo legalistas, al buscar evidencia de espiritualidad en la vida de los demás.
Un resultado sorprendente del pietismo -teniendo en cuenta su objetivo principal de llevar a los cristianos más hacia la luz de la verdad- fue la forma en que los alejó de la verdad.
Si bien el pietismo tuvo (y tiene) sus aspectos positivos, con relación a la vida de la mente ha tenido un efecto perjudicial. El énfasis en el individuo hace que el resto del mundo sea menos importante, y no brinda ningún incentivo para estar abierto a nada fuera de la propia espiritualidad del individuo.
El segundo factor que sigue afectando la forma en que pensamos es la mentalidad populista de muchas comunidades de fe a lo largo y ancho de Latinoamérica. El populismo es una preocupación por "los intereses percibidos de la gente común, en contraposición con los es una élite privilegiada".  Si bien el populismo no tomó forma de movimiento político hasta fines del siglo XIX, caracterizó la mentalidad de mucchos.
El historiador Richard Hofstadter señala: "en el sueño populista evangélico original, la omnicompetencia del ser humano común era fundamental e indispensable". Las diferencias de clase eran rechazadas; el igualitarismo era el nuevo orden de las cosas. Hofstadter dice que los primitivos exponentes de la democracia popular "quisieron. . . subordinar los liderazgos basados en la educación y la propiedad. . . [la democracia popular] reforzó la creencia generalizada en la superioridad de la sabiduría interior, intuitiva y popular por sobre el conocimiento culto, excesivamente sofisticado y egocéntrico de los intelectuales y los de buena posición". De hecho, se desarrolló un verdadero prejuicio y desconfianza hacia la élite, hacia los llamados  clérigos -que formaban parte de la estructura hereditaria del liderazgo cristiano - y los académicos.
El antiintelectualismo
Según esta forma de pensar, "hay una persistente preferencia por la 'sabiduría' de la intuición, que se considera natural o dado por Dios, por sobre la racionalidad, que es cultivada y artificial".
Esta confianza en la sabiduría intuitiva del individuo común, junto con una desconfianza de la élite educada, produjo un antiintelectualismo característico. "Antiintelectualismo", según el uso de Hofstadter, no significa necesariamente "no inteligente". Él lo define como "un resentimiento y desconfianza hacia la vida de la mente y quienes se considera que la representan; y una actitud constante de minimizar el valor de esa vida". La inteligencia per se no es un problema. . . siempre y cuando se le dé un uso práctico. Pero la contemplación de ideas que no tienen ningún uso práctico inmediatamente discernible se considera una pérdida de tiempo.
Aun hoy, la palabra "intelectual" suele tener connotaciones negativas. "Intelectual" y "torre de marfil" son dos términos que suelen escucharse juntos, ¡y no como descripciones elogiosas! Noll nota que el espíritu activista, pragmático y utilitario "permite poco lugar para el esfuerzo intelectual más amplio o más profundo, porque está dominado por las urgencias del momento". Un problema con esta mentalidad es que exige la destilación de ideas en información inmediatamente utilizable. Hablando específicamente de los evangélicos, el erudito canadiense N. K. Clifford plantea el problema contundentemente: "A la mente protestante evangélica nunca le ha gustado la complejidad. Por cierto, sus cruzadas se han caracterizados siempre por tender, tanto en la religión como en la política, hacia la simplificación excesiva de los temas y la sustitución del análisis crítico y la reflexión seria por la inspiración y el celo. Las limitaciones de este tipo de esquema mental eran menos aparentes en la relativa simplicidad de una sociedad rural de las fronteras".  Nuestro mundo es mucho más complejo hoy, y requiere un pensamiento más centrado, profundo y sostenido.
Hay quienes podrían objetar que los evangélicos han producido algún pensamiento y escritura serios en ciertas áreas de estudio, y eso es realmente cierto. La apologética es un área donde ocurre esto. Pero, como dice Noll: "En nuestro pasado hemos reaccionado mucho más ávidamente para defender la fe que para analizar sus implicaciones en la vida intelectual". Una cosa es apuntalar nuestras propias defensas (un proyecto valioso en sí mismo), pero otra muy distinta tratar de entender el mundo por el mundo mismo -o aun por el hecho de ampliar nuestra comprensión de Dios. Para aquellos que están afuera en el mercado y en las universidades seculares, ¿hay creencias distintivamente cristianas informando su trabajo? ¿O, están teniendo que dejarlas en casa para hacer su vida más fácil en el trabajo (o simplemente para permanecer en sus cargos)?
El antitradicionalismo
En un artículo sobre la era del Iluminismo, escribí lo siguiente:
Los filósofos iluministas nos enseñaron a ver el mundo como una colección de hechos científicos, a mirar hacia delante en vez de hacia atrás, a la sabiduría del pasado, y a considerar al individuo como la autoridad final para lo verdadero. El ideal es el individuo que analiza los datos crudos de la experiencia sin ningún compromiso de valor previo, con el objetivo de descubrir algo nuevo. Lamentablemente, se buscaba el conocimiento a costa de la sabiduría. El pasado ahora tenía poca relevancia. ¿Qué podrían decirnos quienes vivieron en el pasado que fuera relevante para nosotros hoy? Además, las personas del pasado estaban dominadas por la iglesia. Ya no debíamos permitir que este tipo de superstición gobierne nuestras vidas".
Ahora podríamos ver los hechos por nuestra cuenta; no teníamos ninguna necesidad de que nadie nos enseñe nada. El cambio estaba en el aire; lo que era nuevo era lo importante, no lo que ocurrió en el pasado. Así se formó la característica del antitradicionalismo.
Suponemos que, dado que el mundo es tan diferente hoy, los que nos han precedido tienen poco para decirnos, ya que no pudieron imaginarse un mundo como el nuestro. Nos olvidamos de que la naturaleza humana no ha cambiado, y que la sabiduría no está atada al tiempo o al progreso tecnológico. ¡Ni ha cambiado tampoco Dios a lo largo del tiempo al compás de nuestro progreso! Podemos aprender de quienes nos han precedido sobre lo que significa la Biblia, cómo es Dios, cómo podemos vivir mejor nuestras vidas marcadas por la sabiduría, y más.
¿Qué importancia tuvieron estas ideas y actitudes para la proclamación del evangelio?
Primero, con relación a la evangelización, el avivamentismo del siglo XIX, XX y y principios del XXI fija el tono del pensamiento evangélico popular. El avivamentismo fue un movimiento del cristianismo que enfatizaba una aceptación incondicional del mensaje del evangelio ahora. Se desarrolló en el siglo XVIII, y llegó a su pleno desarrollo en el siglo XIX. El avivamentismo tuvo un tono muy populista; el mensaje de salvación estaba dirigido al público más amplio. La predicación se mantenía sencilla y "dirigida a una respuesta emocional". La opción era sencilla: "Arrepiéntanse y crean en el evangelio hoy. No esperen hasta mañana". No había necesidad de dedicar demasiado pensamiento a la cuestión, ninguna necesidad de recurrir a otros -ni a contemporáneos ni a quienes vivieron en el pasado- para lograr una perspectiva y una comprensión de la fe. La salvación era individual, y el llamado a la decisión, inmediato.
Al desplazarse el avivamentismo hacia Centro y Sur América, "se volvió más primitivo, más emocional, más dado a manifestaciones 'extáticas'". Los predicadores a menudo adoptaban los prejuicios antiintelectuales del pueblo. Los misioneros "habrían sido ineficaces en convertir a sus rebaños móviles si no hubieran sido capaces de desarrollar un estilo de predicación vernáculo, y si no hubieran compartido o simulado, en algún grado, las sensibilidades y prejuicios de sus públicos: antiautoridad, antiaristocracia, antioriental y antierudición".
Este prejuicio contra la erudición comenzó a solidificarse entre muchos indiferentemente. Hofstadter explica la comprensión característica de la relación entre la fe y la erudición de esta forma: "Uno comienza con la proposición difícilmente cuestionable de que la fe religiosa no se propaga principalmente por la lógica o la erudición. Luego pasa de esto a la idea de que se propaga mejor. . . por personas que han sido iletrados e ignorantes. Parece seguir a partir de esto que la sabiduría y la verdad que posee este tipo de hombres es superior a la que tienen las mentes educadas y cultas. De hecho, la erudición y la cultura parecen ser obstáculos en la propagación de la fe".
El pietismo y el populismo sirvieron para fomentar una mentalidad de subjetivismo, antitradicionalismo y antiintelectualismo. A esto se agregó un marco de pensamiento tomado de la ciencia y la filosofía que afectó significativamente la forma en que los evangélicos pensaron acerca de su fe y el mundo.
Dentro de la iglesia, había necesidad de encontrar una forma de impedir que la doctrina cristiana se volviera un asunto puramente individualista luego de la separación de la Iglesia Romana. Si había formas de demostrar que la doctrina era objetivamente verdadera, los cristianos tendrían que darle su asentimiento. Con respecto a la sociedad en general, ahora que la ciencia era la fuente del conocimiento, los evangélicos sintieron la necesidad de mostrar que el cristianismo podía hacerle frente a la verificación científica rigurosa, para que la iglesia siguiera siendo una institución respetada. El tema era cómo conocemos la verdad, y cómo esta comprensión debía ser aplicada a la interpretación de la Biblia.
Si bien las tendencias románticas se estaban volviendo más visibles en el protestantismo durante este período, la orientación de los conservadores era principalmente en la dirección de los hechos más que de los sentimientos. En el siglo XVIII un nuevo marco de pensamiento comenzó a desarrollarse que pareció responder a estas necesidades, y que ha influido fuertemente en el carácter del cristianismo evangélico desde entonces. Este marco tuvo dos elementos principales: la filosofía del sentido común escocés, y la ciencia baconiana.

La filosofía del sentido común escocés
Si bien los evangélicos rechazaron los aspectos escépticos del Iluminismo, aceptaron con los brazos abiertos un tipo de pensamiento iluminista conocido como Realismo del Sentido Común Escocés. Los filósofos del Sentido Común creían que todos tienen facultades mentales que producen creencias en las que nos apoyamos en la vida cotidiana, como la existencia del mundo exterior, la realidad de nuestras mentes, la confiabilidad de nuestros sentidos, nuestras capacidades para razonar, nuestros recuerdos, etc. Estas facultades permiten que todos "comprendan las realidades básicas de la naturaleza y la moralidad". Estas creencias no eran consideradas derivadas de la cultura o atadas a la cultura; eran la experiencia compartida de toda la humanidad, incluyendo los escritores de la Biblia.
La ciencia baconiana
El otro componente del marco de pensamiento fue el método científico de Francis Bacon. Bacon abogaba por un riguroso empirismo, "un método inductivo para descubrir la verdad, fundado en la observación empírica, el análisis de los datos observados, la inferencia que resulta en una hipótesis, y la verificación de la hipótesis mediante la observación y el experimento continuos".
 La meta era la "ciencia objetiva, desinteresada, desprejuiciada y neutral". George Marsden dice que la filosofía del Sentido Común Escocés brindó una base para la fe en este método científico. Con el fundamento del sentido común podemos entender las leyes de la naturaleza mediante el empleo del método baconiano de análisis de las evidencias y clasificación de los hechos.
Los evangélicos comenzaron a usar este método para interpretar la Biblia. La Biblia era vista como una colección de hechos que podrían ser entendidos por cualquier persona con una inteligencia razonable con solo saber lo que significaban las palabras. En todas las denominaciones, nos dice Marsden, "prevalecía la fe en la verdad inmutable vista claramente mediante el razonamiento científico inductivo en la Biblia y la naturaleza por igual".
¿Qué importancia tuvo todo esto para los evangélicos? En términos generales, los teólogos de mediados del siglo XIX eran defensores del razonamiento científico y el progreso científico", dice Marsden. "Tenían plena confianza en las capacidades de método científico para descubrir la verdad exactamente y objetivamente". Los cristianos conservadores tomaron los principios científicos usados para estudiar la naturaleza y los aplicaron a la Biblia. "Para los protestantes parecía evidente que el principio para conocer la verdad en un área de la revelación de Dios debería corresponderse con los de otra área". Esta amplia aceptación se encontró en todo el espectro de las denominaciones, incluyendo los unitarios, los presbiterianos, los metodistas y los bautistas, entre otros. Comprender la Biblia pasó a ser el estudio mediante el sentido común de los hechos de las Escrituras. La pregunta importante era: ¿Qué significan las palabras? Una vez determinado esto, la Biblia podría ser comprendida tan claramente como la naturaleza.
Sin embargo, acá tenemos que detenernos y hacer una pregunta importante: ¿Cómo fue que cristianos que tomaban en serio los efectos negativos del pecado en la mente, que tendían a enfatizar las incapacidades humanas y la falta de confianza en la razón humana, pudieran poner tanta confianza en una filosofía que dependía tanto de la razón? La respuesta es que la sociedad estadounidense fuera de la iglesia estaba repudiando la revelación, la tradición y la jerarquía social. El sentido común baconiano ofrecía un medio de defender y promover valores tradicionales sin apelar a dichas autoridades. El deseo de hacer que el cristianismo pareciera creíble en este tipo de entorno hizo que fuera fácil pasar por alto los efectos del pecado.
Los problemas con el pensamiento del Sentido Común
Sin embargo, había problemas con el pensamiento del Sentido Común. Primero, el Sentido Común dependía de la creencia del aspecto común de nuestra humanidad que, por supuesto, se extendía hacia los escritores bíblicos del pasado. Una vez comprendido el sentido original del texto, la verdad quedaba establecida. Pero esto creaba un dilema, porque esta comprensión de la verdad como algo que no cambia chocaba con el nuevo espíritu de progreso y de cambio de mediados del siglo XIX. ¿Acaso el progreso en el conocimiento no debería afectar también nuestra interpretación de la Biblia?
Hoy se comprende ampliamente que el método científico usado para estudiar tanto la naturaleza como la Biblia no es neutral; su uso no lleva a todos a las mismas conclusiones. ¿Por qué? Porque nosotros filtramos los datos a través de creencias que ya tenemos. Con relación a la Biblia, tenemos que entender que no es simplemente un libro de hechos. Es un cuerpo de literatura inspirada, escrita en culturas muy distintas de las nuestras. ¿Qué querían que entendiéramos los escritores? ¿Cómo deben ser interpretados correctamente cada uno de los géneros de la Biblia? Como ya se sugirió, tenemos que considerar también los preconceptos que traemos al texto, que influyen y son influidos por nuestra lectura de él.
La adopción de la filosofía del Sentido Común baconiano para la interpretación de la Biblia comenzó a causar a los evangélicos problemas especiales, principalmente en el área de la ciencia. La lectura "sencilla y literal" del texto de Génesis 1 y 2 indicaba un universo creado en seis días de 24 horas. Era fácil pensar, en un tiempo en que las creencias cristianas eran tan predominantes, que una mirada franca a los datos científicos confirmaría este punto de vista. Cuando los datos parecieron indicar otra cosa, sin embargo, los evangélicos se encontraron con un problema. ¿Debían claudicar y decir que el Génesis era un mito? ¿Debían aferrarse a su interpretación, independientemente de los descubrimientos de los científicos? ¿Debían reconocer una interpretación errónea del texto?
Anteriormente hable del biblicismo, la idea de que solo podemos tener alguna confianza en el conocimiento obtenido de la Biblia. Los evangélicos terminan por aislarse de cualquier corrección que podría venir del denominado "libro de la naturaleza". Se volvieron vulnerables al confiar en un método que, aparentemente, les había fallado. Dice George Marsden:
"Los apologistas cristianos . . . se estaban colocando en una posición altamente vulnerable al respaldar el ideal baconiano de que las ciencias deberían ser completamente neutrales y liberadas del análisis religioso como sus puntos de partida . . . Casi sin advertencia previa, un muro del edificio de su apologética fue quitado y, en una generación, el lugar de la autoridad bíblica en la vida cristianan estaba completamente en ruinas".
Nosotros sostenemos que la Biblia es verdadera en todo lo que afirma. Sin embargo, tenemos que tener en mente que el principal propósito de la Biblia es hablar de Dios, de sus caminos y su voluntad. 

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