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domingo, 26 de febrero de 2012

¿ES DIOS RESPONZABLE DE TODO? ¿Y LA DIVINA PROVIDENCIA, Y EL LIBRE ALBEDRIO?

    
Introducción
El relato de la creación de la humanidad contenida en los tres primeros capítulos del libro de Génesis nos ayudan a entender todos los elementos periféricos que están expresados en la redacción del texto.
Sin entrar en muchos detalles del tratamiento que la crítica redaccional da a esta porción de las Escrituras, el relato en sí quiere revelar el origen de la raza humana, el pecado, y básicamente el plan y seguimiento del proceso de la salvación de Dios para el mundo. El texto que nos inquieta es Gen 3.1-6, que conlleva varios aspectos importantes para determinar. Preliminarmente examinemos el texto hebreo.

   1 וְהַנָּחָשׁ֙ הָיָ֣ה עָר֔וּם מִכֹּל֙ חַיַּ֣ת הַשָּׂדֶ֔ה אֲשֶׁ֥ר עָשָׂ֖ה יְהוָ֣ה אֱלֹהִ֑ים וַ֙יֹּאמֶר֙ אֶל־הָ֣אִשָּׁ֔ה
La serpiente, el más astuto de todos los animales del campo que Yahveh-Dios había hecho, dijo a la mujer:

אַ֚ף כִּֽי־אָמַ֣ר אֱלֹהִ֔ים לֹ֣א תֹֽאכְל֔וּ מִכֹּ֖ל עֵ֥ץ הַגָּֽן׃
"¿Conque os ha dicho Dios: "No comáis de ningún árbol del paraíso"?".

 2 וַתֹּ֥אמֶר הָֽאִשָּׁ֖ה אֶל־הַנָּחָ֑שׁ מִפְּרִ֥י עֵֽץ־הַגָּ֖ן נֹאכֵֽל׃

2 Respondió la mujer a la serpiente: "Del fruto de los árboles del jardín podemos comer;

 3 וּמִפְּרִ֣י הָעֵץ֘ אֲשֶׁ֣ר בְּתוֹךְ־הַגָּן֒ אָמַ֣ר אֱלֹהִ֗ים לֹ֤א תֹֽאכְלוּ֙ מִמֶּ֔נּוּ וְלֹ֥א תִגְּע֖וּ בּ֑וֹ פֶּן־תְּמֻתֽוּן׃
3 pero del fruto del árbol que está en medio del jardín dijo Dios: "No comáis de él, so pena de muerte"".
 4 וַיֹּ֥אמֶר הַנָּחָ֖שׁ אֶל־הָֽאִשָּׁ֑ה לֹֽא־מ֖וֹת תְּמֻתֽוּן׃
4 Dijo la serpiente a la mujer: "No, no moriréis.
 5 כִּ֚י יֹדֵ֣עַ אֱלֹהִ֔ים כִּ֗י בְּיוֹם֙ אֲכָלְכֶ֣ם מִמֶּ֔נּוּ וְנִפְקְח֖וּ עֵֽינֵיכֶ֑ם וִהְיִיתֶם֙ כֵּֽאלֹהִ֔ים יֹדְעֵ֖י ט֥וֹב וָרָֽע׃
5 Al contrario, Dios sabe que el día que comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal".
 6 וַתֵּ֣רֶא הָֽאִשָּׁ֡ה כִּ֣י טוֹב֩ הָעֵ֙ץ לְמַאֲכָ֜ל וְכִ֧י תַֽאֲוָה־ה֣וּא לָעֵינַ֗יִם וְנֶחְמָ֤ד הָעֵץ֙ לְהַשְׂכִּ֔יל וַתִּקַּ֥ח
6 Vio la mujer que el árbol tenía frutos sabrosos y que era seductor a la vista y codiciable para conseguir sabiduría; tomó de sus frutos y comió,

מִפִּרְי֖וֹ וַתֹּאכַ֑ל וַתִּתֵּ֧ן גַּם־לְאִישָׁ֛הּ עִמָּ֖הּ וַיֹּאכַֽל
 Y dio también a su marido, que estaba con ella. Y también él comió.

Tomemos en cuenta,  primero que todo, que estamos frente a un pasaje que no es prosa narrativa (historia de hechos, eventos, acontecimientos) estrictamente hablando, más bien, enfrentamos un texto de narrativa simbólica,  transmitida por la tradición oral hasta que se fijó el texto oficial por medio de la tradición escrita. Nadie conocedor de las tradiciones del medio oriente pensaría con mentalidad occidental del siglo XXI, que este texto es literal.
De hecho, esta narración es típica de los relatos cortos o narraciones antiguas, y por lo tanto, cabe destacar la importancia de determinar el género literario, y luego percibirnos de los instrumentos más idóneos para entender el texto. En otras palabras es narrar historia  por medio de símbolos, característico de la escases de vocabulario en el hebreo del AT.
                Asimismo, no es de asombrarse que se utilizara este recurso típico de los pueblos cercanos a los hebreos para conservar historia, cultura, folklor, arte, literatura, etc. Los antiguos israelitas conocían este simbolismo, y no se preocupaban que fuera mal interpretado, por la simple razón de que ellos mismos los conocían, comprendían y reescribían para los futuros lectores; que dicho sea de paso, los redactores hebreos jamás estimaron escribir para otros que  no fueran su mismo pueblo.
El narrador escribe para hebreos, que asimilaban todos estos elementos_____ es decir, palabras-simbolismo-idea, mensaje del autor, en consecuencia “la historia de la humanidad, origen de su caída, y redención” El único personaje que no es personificado en el relato es Adonay-Yahveh, comprensible, porque  es el nombre personal de Dios, así conocido hasta ese momento por los escritores. Dios (Elohím),  Adán, Eva, la serpiente forman un escenario primitivo lleno de colorido real compuesto en un tipo de narrativa simbólica, y no por eso fantasiosa o irreal. 
Al contrario, absolutamente real, verdadera y genuina para sus originales lectores. El asunto complicado es para la actual generación de leyentes modernos, por más que luchamos, nos antojamos situar equivocadamente a los redactores del AT (Generis) como si conocieran nuestro mundo actual, adaptando el mensaje a nuestro antojo. Y anoto del mismo modo que, al revisar las distintas versiones al castellano, (poco más de 50) los comités de traducción optaron por transcribir fielmente como el texto hebreo lo permite.
La disciplina de la exégesis, entonces,  será la encargada de extraer el mensaje del autor, respecto al tema principal para los lectores de hoy.  Comprendido de esta manera, respetando el género literario frente a nosotros, vemos todo el segmento del texto bíblico que enriquece el contenido total de la Biblia. El estado de la redacción del texto hebreo es bello, lleno de dinámica, vida y acción. Del mismo modo, contiene la narrativa simbólica, un “diálogo” entre los personajes presentados en el Edén, una conversación también plena de símbolos-verdades indispensables para entender el origen de la vida misma.
Unos puntos que debemos discernir:
Serpiente.
Puede traducirse como secreteo “un susurro”.  ¿Un cuchicheo o silbido llegó a la mujer (Eva)? El Diccionario Strong's señala נָחַשׁ nakjásh; raíz primitiva; propiamente sisear, es decir susurrar un conjuro (mágico); genérico de: pronosticar: —adivinar, agorero, agüero, experimentar, hechicero, sortílego.
Lit. “desnuda”.
Un eufemismo teológico para señalar a alguien descarado, sucio, deshonesto, obsceno, indecente, etc. Si por el contrario traducimos “astuta/o”, estaríamos atribuyendo una cualidad humana a “animal” que no tiene raciocinio, semejante a un humano. De hecho, este texto consta de los simbolismos enigmáticos, con un recurso gramatical “la personificación”.  
La siguiente expresión: “todos los animales del campo” marca la idea global de la prosopopeya.
Aun cuando se usan nombres propios como: Adán, Eva, la serpiente (nakjásh), que bien se podría traducir también “dragón”, personifican un relato primitivo del origen de la creación de la tierra.[1]
La frase: “¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Enfoca dos componentes: la prohibición “no”, y la figura-símbolo de un árbol con fruto, más que verlo con ojos literales, deben verse según el género literario. Es solicitada “obediencia”, y para ello existe una condición prohibitiva. Es fuerte la imagen-símbolo del “árbol de la vida”, que es muy conocido en la literatura Persa-Babilónica, Asiria, Medos, Arameos-Caldeos, etc, que establece una relación criatura-creador, la raza humana y Dios como persona divina con quien es posible establecerse una unión.
Mientras la Tanak bajo la ley del pacto no permitía tener a un Dios-relacional, la narrativa-simbólica del 3.1-6 presenta a Dios personal y cercano e íntimo. Dios conversa con Adán y Eva, se pasea al atardecer, al aire libre: “Y oyeron la voz de El Eterno Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día”, (v.8).  La narrativa quiere expresar la cercanía, e intima y libre relación. Dios es presentado como divino, pero es cercano; es todo-creador-poderoso, pero también capaz de darse un paseo, por ahí, por el Huerto, (Jardín,[2] vocablo más persa que hebreo-arameo).  Como los judíos ritualizaron en dimensiones enormes la imagen de Dios, y su errónea interpretación de la “sombra”, es decir, la Tanak, de la verdadera imagen de Dios, Cristo Jesús. Toda esa maraña de ritos, sangre, sacrificios, bendiciones-maldiciones, etc.; de las cuales está lleno el pacto global del AT, nos da la impresión de un Dios inalcanzable,  que en realidad no lo es. Detrás de todo ese ruido-religioso-solemne-sacrosanto, existía una porción de gracia y misericordia comprendida por unos pocos personajes del AT. Por ejemplo, para la colección de salterios, entre los cantos compilados encontramos expresiones que nos hacen pensar que en la conciencia popular hebrea algunos pudieron vislumbrar  más allá del ritual-de los sacrificios; la gracia y la misericordia de Dios, asociado a una imagen más correcta del Señor-Dios, Sal.51.17, “Para Dios sacrificio es un espíritu quebrantado, un corazón quebrantado y triturado, tú, Dios, no lo desprecias”. Cargados de una herencia que no pedimos de raíces judías, y luego vaticanitas, nos desfiguran este Dios-Edénico, bendito, libre para relacionarse con sus criaturas, gozando de una plena comunión sin fronteras; las cuales luego se aíslan transitoriamente cuando por razón de la caída de la raza humana, Dios activa un plan-viviente de salvación.
 Enfoquemos en el diálogo de la narrativa en sí, que nos informa de la dinámica de la caída misma (v.1b-5); “¿Conque Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del jardín? 2  La mujer contestó a la serpiente: ¡No! Podemos comer de todos los árboles del jardín; 3  solamente del árbol que está en medio del jardín nos ha prohibido Dios comer o tocarlo, bajo pena de muerte. 4  La serpiente replicó: ¡Nada de pena de muerte! 5  Lo que pasa es que Dios sabe que, en cuanto comáis de él, se os abrirán los ojos y seréis como Dios, versados del bien y del mal.
Surge la inquietud ¿quién formula la pregunta? Según  el relato, la serpiente, la astuta, (desnuda en el sentido hebraico) y lo determina tergiversando la verdad, “no coman de ningún árbol”; esa no fue la orden original, observe: “Y mandó El Eterno Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; 17  más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”. (Gen 2:16) 
Justo arranca en esta expresión la imagen distorsionada de Dios que la humanidad tiene. Y tome nota, mucho antes que los rabinos, el vaticano y los evangélicos lo hicieran. Es una negación de la esencia de Dios, que algunos interpretan como el Dios del “prohibitivo constante”; del policía que vigila para ver cuando alguien cae un “pecado” y luego aniquilarlo con un rayo directo de su trono, con una puntería divina.
De la misma forma, según lo presenta la teología rabínica, por cierto, la cual está llena de fatalismo, desesperanza, y resignación, imposibilitados de cambiar el destino eterno que, supuestamente, Dios tiene para la humanidad. No nos queda más que esperar (según ellos) el juicio divino, atribuyéndole todo asunto bueno o malo, enfermedad, o salud, muerte o vida (en extremos no bíblicos), maldición y bendición.[3]
Otros, solucionan y suavizan, semejante imagen, pero sin quitarle el hacha de la mano, al mejor estilo Vaticanezco[4] encontrando la solución con indulgencias, limosnas y dádivas llenas de buenas obras, para aplacar la ira de Dios contra la humanidad pecadora. Con la posibilidad de un purgatorio, (que por cierto Benedicto XVI expresa que ya no existe) donde las almas, aunque estén en ese estado intermedio, podrán ser expiadas y expulsadas de tal lugar, con la intervención de los santos, y los parientes preocupados del ánima del difunto.
Ah, … y que hablar de algunos cristianos-evangélicos que no distan mucho de la imagen Romano-Vaticana cuando olvidando su herencia reformadora y sus raíces bíblicas y fe, caen en el error de distorsionar también la imagen del Señor. Todas las formas imaginables presentes en una anarquía exegética, donde cada quien interpreta como se le antoja, avivan esas falsas maneras de ver y entender al Dios Bendito.
Blasfemias espantosas han salido de las entrañas de algunos grupos evangélicos estadounidenses, canadienses, y otros que se escapan de mi memoria. Grupos que heredaron gran prosperidad global, y que han caído y han hecho caer a muchos en sus aberrantes doctrinas como la SUPER-FE, SUPER-PROSPERIDAD, SUPER-DIOSES, SUPER-CONFESION, SUPER-MEGAS-LIDEREZ, SUPER-APOSTOLES-PROFETAS, sustentando la codicia desmedida de las pasiones más bajas del ser humano, amasando para su auto-riqueza personal, sin importarles en lo más mínimo el Reino de Dios y su justicia. Y que sin sonrojarse ni por broma, siguen engañando con sus doctrinas erradas a miles y miles en el mundo entero. Todo lo anterior nutre esa deformación del correcto carácter Dios.
En palabras de su servidor lo conceptualizo así:
Para unos el Dios-dinero.
Para otros el Dios-bombero
Para otros el Dios-juicio
Para otros el Dios-papito-bueno que  no espera nada de mí.
Para otros el Dios-hacha, juicio y ruina, sin no obedeces al líder de Dios.
Para otros el Dios-ministerio, cuando servir a Dios se convierte en un fin en sí mismo.
Para otros el Dios-ley.
Para otros el Dios-imagen-fama-poder-privilegios-posición-autoridad incuestionable.
En ese caldo amorfo, muchos han  prostituido el mensaje del evangelio, donde cristianos evangélicos de todo tipo y color, no saben ni en que creen.  Del mismo modo, miramos como el péndulo de criterios se mueve de lo sublime a lo ridículo. Unos lo conciben como Dios blandengue-posmodernista, desinteresado y alejado de la humanidad, incluso lo ven como un concepto (vacuo) y no como Dios personal, real, y verdadero.  A este grupo se alinean algunas las iglesias históricas ortodoxas, éstas ricas en bagaje teológico-bíblico, pudiendo ser de apoyo, a muchas comunidades de fe, sólo viven en sus catedrales de marfil-universitario incapaces y apáticos, sin la motivación loable de instruir a otros con humildad y erudición. Cuyas iglesias gozan de capacidad económica abundante, solvente, miran como el aguacero del dolor y la escases sacuden a las iglesias pobres del tercer, cuarto, y no se cual mundo, promoviendo con su parapléjica filosofía de vida cristiana la “teología del arca”; afuera recia el diluvio-juicio divino,  y ellos resguardados a salvo en sus edificios de primer mundo.   Lamento tanto esa actitud de algunos movimientos evangélicos a lo largo de Europa, en especial.   
  
Fueron creados  Adán y Eva para conocer el bien y el mal, es decir la humanidad en sus orígenes.
Una de las discusiones de fondo que nace del texto de Gen 3.1-6, es el cuestionamiento normal exegético. Si la intención de los redactores fue informar de la caída de los primeros seres humanos en los tiempos del origen de la vida, los detalles no son mencionados, ni se pretende, según parece, especificar una a una los aspectos cósmicos o, si acaso satisfacer la curiosidad científica o filosófica de nadie.   Los propósitos teológicos-bíblicos de los hagiógrafos daba por sentado la articulación de fe, una manera implícita de que el lector-actante-hebreo aceptaba como un hecho que el relato bíblico bastaba por sí mismo como verdad-divina y regla de fe. Viendo el texto con los ojos de los rabinos judíos está plagado de reglas midráshicas que no viene al caso en este presente ensayo, sólo cabe mencionar que la óptica judía entre los sabios talmúdicos miran en el escenario del Génesis una serie de simbolismos místicos-escondidos de orden extraño, en especial cuando se abordan temas como la salvación,  redención,  juicio,  ley-toráh, etc.
El exégeta cristiano a la luz del análisis de género literario (narrativa-simbólica) procura respetar integralmente el mensaje que los redactores desean compartir en narración-simbólica: Adán-Eva-raza humana primigenia en el Jardín, lograron una relación sin obstáculos, incluso a pesar de que la “transgresión misma limita y alega”, Dios sigue conversando con la (pareja) humanidad en su contexto vital, y notamos que posteriormente el tono judicial (juicio-culpabilidad) aparecen en la redacción. Dios como ser perfectamente puro, santo, y justo; no comulga con el pecado, entonces se ve forzado a expulsar a estos seres vivientes de su presencia, o comunión.  La prohibición que cerraba el acceso a un árbol en particular, del “conocimiento del bien y del mal”, nos llama poderosamente la atención.
La frase hebrea del Gen. 2.16-17, es: “árbol de la ciencia del bien y del mal”, creo que merece mayor atención.  El interlineal inverso hebreo-español expresa lo siguiente:
16 

Y

mandó

Jehová

Dios


al

hombre,

diciendo:

De

todo

árbol
וַ 1
יְצַו 2
יהוה 3
אֱלֹהִים 4
עַל 5
הָ 6
אָדָם 7
‹לֵ 8 אמֹר 9›
מִ 10
כֹּל 11
עֵץ 12


del

huerto

podrás

comer;

הַ 13
גָּן 14
‹אָכֹל 15 תֹּאכֵל 16›

17 

mas

del

árbol

de

la

ciencia

del

bien

y

del

mal

no

comerás;

וּ 1
מֵ 2
עֵץ 3
הַ 4
דַּעַת 5
טֹוב 6
וָ 7
רָע 8
לֹא 9
תֹאכַל 10



porque

el


día

que

de

él

comieres,

מִמּ 11
ֶנּוּ 12
כִּי 13
בְּ 14
יֹום 15
מִמּ 18
ֶנּוּ 19
‹אֲכָל 16 ְךָ 17›

ciertamente

morirás.

‹מֹות 20 תָּמוּת 21›

Pero creemos que es legítimo preguntar ¿qué es el árbol de la ciencia del bien y del mal?  Cuando leemos “árbol”,[5] se mantiene el género narrativo-simbólico del génesis.  La expresión vital es la que se compone de las palabras: ciencia, bien y mal.
Una vez más analicemos:
El vocablo “Ciencia”, proviene del término Yad´,  ידע  que puede traducirse por  13 frases  o palabras en castellano:
1.1.) Saber (Gen. 15:8; 2 Sam. 24:2; Exo. 6:7).
1.2.) Darse cuenta (Gen. 3:9).
1.3.) Reconocer (Gen. 12:11).
1. 4.) Entender algo (1 Sam. 20:39).
1.5.) Conocer personas (Gen. 29:5).
1.6.) Experimentar, conocer (Isa. 47:8).
1.71) Escoger, considerar de manera especial (Gen. 18:19).
1.8.) Informarse (Est. 2:11).
1.9.) Observar, ver (Exo. 2:4).
1.10.) Tener experiencia, ser experimentado (Isa. 53:3).
1.11.) Ser experto en algo (Gen. 25:27; 1 Rey. 9:27; 1 Sam. 16:18).
1.12.) Preocuparse, entenderse (Gen. 39:6).
1.13.) Tener relaciones sexuales (Gen. 4:1).
               
Todo lo anterior nos permite pensar que la palabra “ciencia” no nos comunica mucho o nada para comprender el sentido del mensaje del texto. Quizás, otra forma de expresarlo sería: “el árbol del saber, o de la experiencia… del bien y del mal”.
El otro vocablo es “bien” del hebreo טוֹב [ṭob] Q. ser bueno, bello, agradable, valioso; Hi. hacer bien.[6] Asimismo, tiene el sentido de alegría y gozo.
Y el “mal”, del hebreo רַע [ra˓] mal, males, maldad; malo, dañino, cruel; רַע עַיִן: tacaño, envidioso; ...רַע בְּעֵינֵי: desagradable, reprobable.  
El camino del saber  “lo valioso y lo dañino”, y las implicaciones de conocerlo tal como está expresado en el texto hebreo nos causa una duda: ¿conocer el bien y el mal, no nos hace dioses, y mucho menos divinos?  Ese no era, ni es, ni será el camino para alimentar una relación personal y libre con Dios. En otras palabras, la humanidad no estaba diseñada, (creada)  para tomar ese “camino” o llamémoslo “árbol”. Al decidirse por ese rumbo caminó ignominiosamente hacia su muerte eterna de su alma y a su caducidad física de su cuerpo. (volvería al polvo de la tierra de donde fue tomado)

El concepto rabínico, talmúdico y antiguo testamentario relacionado con el bien y el mal.

La imagen que los sabios rabinos presentan de Yahveh es muy variada en sí misma, entendiendo de modo que Israel saca sus afirmaciones de una experiencia histórica profunda, inaccesible a la investigación crítica. Israel es el único competente para hacer declaraciones en este campo, pues se trata de asuntos concernientes a su fe.
El modo como la fe desde la perspectiva antiguo-testamentaria percibe los acontecimientos históricos, sin duda, con sus características peculiares y quizás sea posible mostrar algunos indicios que se repiten a menudo, ciertas «constantes» Típicas de una exposición confesional de las experiencias históricas y en particular de las más primitivas. En este caso, los teólogos deberían tener presente este hecho de carácter general: una parte importante de las tradiciones históricas de Israel deben considerarse como poesías y por tanto son el producto de una clara intención artística.
Un rápido examen de los escritos del Antiguo Testamento nos muestra ya cuán raras son las ocasiones en las que hablan «del» pecado en términos de una teología teórica, donde sobreabundan las referencias a pecados cometidos por toda clase de individuos, en los lugares y épocas más diversos, pero difícilmente encontramos una reflexión teológica sobre «el» pecado, como fenómeno espiritual de extrema complejidad.[7] A decir verdad, en los salmos hallamos algunas afirmaciones que tienden a una validez universal. Pero, por regla general, parten de un acontecimiento personal del cual se acusa el salmista. Así pues, el Antiguo Testamento prefiere la forma más apropiada para expresar el pecado, es decir, la confesión. Así las cosas, la raza humana, pues, abandonó la simplicidad de la obediencia a Dios cuando intentó ensanchar su naturaleza hacia Dios, buscando un aumento de la vida divina más allá de sus límites creados; en una palabra, cuando quiso ser como Dios. Con esto la humanidad echó a perder su existencia en el paraíso de las delicias y en la proximidad con Dios. Le resta sólo una vida entre fatigas y agobiantes enigmas, inmerso en un combate desesperado con la potencia del mal, para caer, al fin, víctima de una muerte inevitable.



¿Qué es la divina providencia? Todo lo que ocurre en la vida o la muerte es producto directo de Dios?
La palabra «providencia»
Varios autores llaman nuestra atención al hecho de que no hay en el hebreo del Antiguo Testamento una palabra que sea equivalente a nuestro vocablo castellano «providencia». Sin embargo, el concepto se enseña y se ilustra de diferentes maneras en las páginas antiguos testamentarios.
Por ejemplo, en Génesis 22, Abraham le dice a su hijo Isaac: «Dios se proveerá de cordero para el holocausto»; y al lugar donde ambos están le da el nombre que significa «Jehová proveerá» (vv. 8, 13–14). Este nombre nos hace pensar en la provisión que viene de Dios para las necesidades de sus criaturas.
Algunos teólogos usan el verbo pronoéo y el substantivo prónoia en busca de fundamento neo testamentario para su enseñanza sobre la providencia divina. Pero hay lexicógrafos que señalan que estos vocablos no se emplean en el Nuevo Testamento con referencia a la acción providencial de Dios.[8]  Sin embargo, esta acción se ve también en las Escrituras del NT.
Analicemos algunas definiciones y descripciones teológicas del término “providencia”

La idea de providencia en el catolicismo.
El catolicismo tradicional.
Podemos remontarnos por lo menos al Concilio Vaticano I (1870) para conocer el concepto que la Iglesia Católica tenía de la providencia divina en aquellos tiempos. Dice el Concilio: «Ahora bien, todo lo que Dios creó, con su providencia lo conserva y gobierna, alcanzando de un confín a otro poderosamente y disponiéndolo todo suavemente [...] Porque todo está desnudo y patente ante sus ojos (Heb. 4:13), aun lo que ha de acontecer por libre acción de las criaturas».[9]
En su encíclica Humani generis (12 de agosto de 1950), Pío XII dice que Dios «protege y gobierna el mundo por su providencia». Nótese que en ambos documentos se usan conceptos de protección y gobierno para definir, o explicar, la providencia divina.
Ludwig Ott, teólogo católico, contemporáneo de Pío XII, sigue lo dicho por el Vaticano I con respecto a la providencia, y distingue entre «providencia general», que se extiende a todas las criaturas, incluso a los que no han recibido el don de la razón; «providencia especial», que se refiere a todas las criaturas racionales, sin excluir a los pecadores, y «providencia especialísima», concedida a los predestinados. Con respecto a la manera en que Dios realiza su plan eterno universal, Ott distingue entre «providencia mediata», en la cual Dios usa causas mediatas y creadas (causas secundarias), y «providencia inmediata», que Dios mismo lleva a cabo. Hay también, según Ott, «providencia ordinaria» y «providencia extraordinaria» (por ejemplo en los milagros y en otras obras sobrenaturales del Creador).[10]

Catolicismo posterior al Concilio Vaticano II.

Citaremos dos documentos. En el Diccionario Teológico de Karl Rahner y H. Vorgrimler leemos que la providencia divina significa:
[...] el proyecto del mundo creado, planeado por la sabiduría de Dios que todo lo conoce, incluso los actos libres de las criaturas, y por la voluntad santa y amorosa de Dios, que omnipotentemente lo soporta y condiciona todo [...] En este proyecto queda incluida la libertad de la criatura, sin que ello acarree su anulación [...] En virtud de este proyecto dirige Dios en su eternidad el curso del mundo y de su historia. Y en él también dirige la historia salvífica humana hacia la meta (escatología) conocida y querida por Él de antemano.[11]
En estas explicaciones se le da énfasis a la providencia como el gobierno de Dios en la historia del mundo y de la humanidad, desde el origen de esta historia hasta su consumación. Se le da énfasis también a la cooperación de la criatura en la realización del «proyecto», y a la disposición salvífica del Creador.
El otro documento es el nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, publicado por orden de Juan Pablo II en 1992. El propósito de esta obra catequística es «la aplicación del Concilio Ecuménico Vaticano I».[12] Con respecto a la providencia, el Catecismo dice: La creación tiene su bondad y su perfección propias, pero no salió plenamente acabada de las manos del Creador. Fue creada «en estado vía» (in statu viae) hacia una perfección última todavía por alcanzar, a la que Dios la destinó. Llamamos divina providencia a las disposiciones por las que Dios conduce la obra de su creación hacia esta perfección. [...] la solicitud de la divina providencia es concreta e inmediata: tiene cuidado de todo, de las cosas más pequeñas hasta los grandes acontecimientos del mundo y de la historia. Las Sagradas Escrituras afirman con fuerza la soberanía absoluta de Dios en el curso de los acontecimientos [...] Dios es el Señor soberano de su designio. Pero para su realización se sirve también del concurso de las criaturas [...] Dios da así a los hombres el ser causas inteligentes y libres para completar la obra de la creación, para perfeccionar su armonía para su bien y el de sus prójimos [...] Dios actúa en las obras de sus criaturas. Es la causa primera que opera en y por causas segundas.[13]
En su definición y explicación de la providencia divina el Catecismo se apega básicamente a lo decretado por el Vaticano I. Mantiene las ideas de preservación, gobierno, y concurrencia (o sea la colaboración de los seres humanos, como causas segundas, en la realización del designio de Dios). Es notorio el énfasis en la colaboración humana «para completar la obra de la creación», y la aclaración de que el Señor actúa en las obras de sus criaturas. En respuesta al problema del mal, se dice que por estar la creación en camino de su perfección última, con el bien existe también el mal.[14]

La idea de providencia en el Protestantismo

 En términos generales, para la Teología Reformada la providencia de Dios es la obra por la cual Él preserva todas las cosas por Él creadas y las gobierna para gloria de su Nombre y salvación de los creyentes. Heppe explica que «la providencia incluye una triple actividad: preservación [...] concurrencia o cooperación con causas secundarias, y gobierno».[15]
L. Berkhof, teólogo reformado, ampliamente conocido entre nosotros por su Teología Sistemática, ofrece la siguiente definición de la providencia:
Aquel continuado ejercicio de la fuerza divina por medio de la cual el Creador preserva a todas sus criaturas, opera en todo lo que tiene que suceder en el mundo y dirige todas las cosas hacia su determinado fin.[16]
Luego, Berkhof también indica que hay tres elementos en la providencia, es decir, preservación, concurrencia y gobierno; pero que algunos de los más recientes dogmáticos «hablan solamente de dos elementos: preservación y gobierno».[17]
El distinguido teólogo reformado Charles Hodge (1797–1878), dice que la providencia «incluye preservación y gobierno».[18]
Por su parte, el eminente profesor bautista, Dr. Augustus H. Strong (1836–1921), distingue entre preservación y providencia, y afirma que mientras la preservación significa mantener la existencia y los poderes de las cosas creadas, la providencia consiste en cuidar de ellas y gobernarlas. «La providencia es el medio que Dios usa para hacer que todos los eventos del universo físico y moral cumplan el propósito original para el cual fueron creados». Y añade: «Así como la creación explica la existencia del universo, y la preservación explica la continuación de dicha existencia, la providencia explica su evolución y progreso».[19]
G. H. Lacy, también profesor bautista, escribió su Introducción a la Teología Sistemática basándose en las obras de A. H. Strong (bautista) y Charles Hodge (reformado), y en su definición de la providencia dice que ésta incluye «la preservación y el gobierno», según lo que enseña Hodge.[20]
Los autores del libro Explorando Nuestra Fe Cristiana, explican que su propósito es «proveer una introducción al cristianismo wesleyano tal como se lo enseña en las iglesias que están dentro del movimiento de santidad».[21] En el capítulo 8, que trata de Dios y el Mundo, se define la providencia como «la doctrina que se ocupa del cuidado y la continua preservación del universo por parte de Dios», y se afirma que antes que pueda profesarse una doctrina adecuada de la providencia, son necesarios tres supuestos fundamentales:
La inmanencia de Dios en el mundo (lo cual no niega su trascendencia); la preservación tanto de la naturaleza como de sus procesos, y la uniformidad, o sea que Dios, en la naturaleza, es el fundamento de toda ley y de todo orden.[22] En el resumen del capítulo leemos que éste considera «tres aspectos de la relación entre Dios y el cosmos: su creación, su providencia, que relacionamos con la oración y los milagros, y el siempre perturbador problema de la existencia del mal en un universo que está sujeto al gobierno de un Dios bueno».[23] Uno de los tres aspectos importantes de la relación de Dios con el mundo es el gobierno que Él ejerce sobre un universo en el que existe el mal; pero este aspecto gubernativo es diferente de la providencia, que los autores relacionan con la oración y los milagros. Sin embargo, en la exposición del tema han dicho que uno de los supuestos fundamentales para poseer «una doctrina adecuada de la providencia» es «la preservación tanto de la naturaleza como de sus procesos».
En otras palabras, también esta doctrina wesleyana incluye de alguna manera la preservación y el gobierno como elementos de la providencia. Relaciona el gobierno especialmente con el problema del mal, y de manera muy particular con la actitud que el cristiano debe asumir ante ese problema. De este modo, el énfasis cae en la providencia y la ética personal, o individual.
 En lo que toca al pensamiento evangélico latinoamericano, vale la pena darle un vistazo al libro Providencia y Revolución, del escritor peruano Pedro Arana Quiroz, ingeniero, pastor presbiteriano en su país, miembro del grupo fundador de la FTL, y líder cristiano muy respetado al nivel nacional e internacional. Su libro «intenta ser un prefacio a la reflexión teológica sobre la responsabilidad social cristiana, con referencia a una situación revolucionaria».[24] Se acerca al tema desde lo que él considera como «el único punto de inicio de la teología bíblica evangélica y reformada: la soberanía de Dios. Soberanía que se manifiesta en sus obras de creación, providencia, redención y juicio». Según su entender, la providencia divina es «la función pertinente de la soberanía de Dios para tratar la sociedad y la situación de cambios en ella».[25]
A simple vista, esta definición le da énfasis a la providencia como el gobierno de Dios sobre el mundo: «el control de todos los eventos históricos».[26] Pero este énfasis no indica necesariamente que se pase por alto que la providencia incluye también la preservación de lo creado. El autor dice haber usado para su reflexión el Catecismo Menor, documento de la Teología Reformada bien conocido, y en el cual se afirma que «las obras de providencia de Dios son aquellas con que santa, sabia y poderosamente, preserva y gobierna a todas sus criaturas y todas las acciones de éstas».[27]
El libro Providencia y Revolución fue publicado en 1970, en una época de efervescencia revolucionaria y teológica, mayormente en los países de nuestro cono sur. Sin embargo, esta obra no ha perdido su importancia para el estudio del peregrinaje teológico de la iglesia evangélica latinoamericana. Es de agradecer al autor y a otros teólogos evangélicos de Latinoamérica, su esfuerzo para contextualizar el mensaje bíblico en un tiempo cuando la contextualización de las Escrituras comenzaba apenas a discutirse en los sectores no conciliaristas —no ecuménicos— de la comunidad evangélica mundial.
Merece también nuestro reconocimiento el colega Arana Quiroz por invitarnos a reflexionar sobre la providencia del Señor de una manera pertinente a nuestra realidad social. En América Latina, la mayoría de evangélicos «no denominacionales», de hace cinco décadas, cuando se trataba de la providencia le dábamos énfasis al sustento material y a la protección que el Señor le da a sus criaturas. No era extraño para nosotros el tema de la soberanía de Dios. Enseñábamos que Él estaba sentado en su trono celestial, gobernando el mundo; pero no trasladábamos este concepto como debiéramos a nuestra realidad económica, social y política. No sentíamos que fuera necesario proclamar el señorío de Yahvé sobre los diferentes estamentos de la sociedad. Nuestro limitado concepto de la providencia divina no permitía que tuviéramos interés en la problemática social. Muchos de nosotros teníamos la propensión a mirar solamente hacia el señorío que Cristo ejercerá en su reino terrenal del futuro.
Entre los años 1945 y 1970 hubo cambios muy significativos en la escena social y política de América Latina. Hubo también acontecimientos trascendentales en la cristiandad de esa época, en nuestro continente y en el mundo. Por ejemplo, la creación del Consejo Mundial de Iglesias (1948), el Concilio Vaticano II (1962–1965), y la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín (1968). Esa situación revolucionaria en lo social y político, y renovadora en lo teológico y eclesial, tenía que repercutir, de una manera u otra, en la comunidad evangélica latinoamericana, como pudimos verlo y sentirlo en la celebración del Primer Congreso Latinoamericano de Evangelización (CLADE I, 1969). Desde ese entonces, en nuestros encuentros teológicos tuvimos que escuchar y usar un lenguaje diferente al tradicional. Se comenzó a hablar del Reino de Dios con una insistencia antes no vista por muchos de nosotros, y con gran énfasis en la realidad presente de ese reino. El propósito era combatir la escatología excesivamente «futurista», y más que todo, recuperar el concepto del señorío de Cristo aquí y ahora.
El Reino de Dios y América Latina fue el tema central de la Segunda Consulta de la FTL, entidad evangélica fundada en diciembre de 1970. En la ponencia titulada «El Reino de Dios y la Iglesia», el Dr. C. René Padilla se ciñó a la tesis del «ya» y «el todavía no» del Reino, por considerarla más bíblica que otras posiciones escatológicas; en tanto que el Dr. Samuel Escobar relacionó la escatología con la ética social y política en América Latina.[28]  En el Congreso de Evangelización Mundial, celebrado en Lausana, Suiza, en 1974, hubo evangélicos latinoamericanos, miembros de la FTL, que no solamente tuvieron voz en sesiones plenarias, sino que fueron también protagonistas, directa e indirectamente, en la formulación del Pacto de Lausana. Este pacto es uno de los documentos más influyentes, si no el más influyente, en la misionología evangélica de nuestro siglo. Resulta interesante observar que no es el concepto de providencia sino el de Reino el que prevalece en el Pacto de Lausana.
En 1970, Arana Quiroz ya había relacionado de algún modo en su libro (Providencia y Revolución), el tema de la providencia con el del Reino de Dios. Por ejemplo, en esas páginas nos dice que «solamente desde la perspectiva del Reino de Dios, nosotros podemos entender lo que el mundo es como creación», y que «la historia se dirige hacia la consumación del Reino de Dios».[29] Definitivamente, «el ya» y «el todavía no» del Reino ocupan ahora lugar preferente para muchos pensadores evangélicos en el diálogo, y no pocas veces en el debate con otras explicaciones de la escatología bíblica.
Por supuesto, la relación entre la providencia de Dios y el Reino de Dios merece un estudio aparte. Sin duda, los exegetas y teólogos que se esfuercen para entender a profundidad tal relación, saldrán de su empeño más convencidos que nunca de que existen más convergencias que diferencias entre la acción providencial de Dios y su Reino. Es cierto que la palabra «reino» tiene su equivalencia en ambos Testamentos (malkút, en hebreo; basileia, en griego), y que ella evoca de inmediato implicaciones políticas; pero éstas las vemos también en el concepto de gobierno, el cual se incluye en la definición y explicación de la doctrina de la providencia divina. En realidad, hay teólogos que tratan con más énfasis y entusiasmo el aspecto gubernativo de la providencia de Dios, que la acción de preservar, o proteger, lo que Él ha creado.
El Antiguo Testamento enseña que Yahvé ha reinado, reina, y reinará sobre toda la creación. Desde muy temprano en su historia, los israelitas reconocían que el Señor era Rey (Ex 15:18; Dt 33:5). Pero también percibimos en la revelación antiguo testamentaria que el Reino futuro de Yahvé se manifestaría en la persona y obra del Mesías, el Ungido de Dios para ser el Profeta, el Sacerdote y el Rey (2 S 7; Sal 2; Is 11:1–16; 61:1–11; Miq 4:1–5; etcétera). En el Nuevo Testamento, la acción providencial de Dios el Padre prosigue en la preservación y gobierno de la creación (Mt 5:45; 6:25–34; 10:28–31; 26:53–54; Lc 2:1–7; Hch 4:27–28; 17:22–29; 27:22–38; etcétera). Pero es posible decir que el énfasis del Nuevo Testamento no está en la providencia sino en el Reino de Dios, el reino «de su amado Hijo» (Col 1:1), en quien se cumplen y cumplirán las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento. La luz de la revelación escrita en el Nuevo Testamento se enfoca de manera prominente en Jesús el Cristo, el Ungido para ser el Rey de Israel y de todas las naciones de la tierra.
En su primera venida al mundo, el Mesías anuncia la proximidad del Reino (Mt 4:17), y lo introduce en la escena terrenal (Mt 12:28; 11:1–6; Lc 17:21), como «los misterios del Reino de los cielos» (Mt 13). La Iglesia ha recibido la autoridad para representar el Reino (Mt 16:13–19; Jn. 20:21–23), los seguidores de Cristo han sido trasladados a su Reino (Col 1:13), y deben, por lo tanto, vivir según los valores del Reino (Mt 5–7; 1 P 2–5), y servir los intereses del Reino de Dios (Mt 13; 25:14–30; Hch 20:25; 28:23, 31; Col 4:11).
En su segunda venida al mundo, el Mesías manifestará en plenitud su reino de justicia y paz sobre todas las naciones (Ap. 11:15; 20:1–6), y luego lo entregará al Padre, para que Dios «sea todo en todos» (1 Co 15:24–28) para siempre, en el Reino que era, que es, y será eternamente.
Lo que hemos dicho sobre la providencia y el Reino de Dios es por ahora suficiente, si tenemos en cuenta el propósito fundamental de nuestra reflexión, y que el énfasis del presente capítulo cae en el Antiguo Testamento.


[1] Digo, “tierra”, no universo, pues la secuencia de la creación, el cosmos creado, aparece primero en el Gen 1.1.   בְּרֵאשִׁ֖ית בָּרָ֣א אֱלֹהִ֑ים אֵ֥ת הַשָּׁמַ֖יִם וְאֵ֥ת הָאָֽרֶץ׃ 
[2] Lit. jardín cercado.  “Edén-huerto”.
[3] Mucho alimentan esta forma de pensamiento, promoviéndola con algunos cambios pseudo-cristiano-evangélicos en diversos círculos cristianos y pulpitos a granel. Sin embargo, aun quedan pulpitos desde donde se predica el reino de Dios, y no, el reino de algunos pocos. 
[4] Tome nota que este vocablo lo acabo de inventar, y no aparece en RAE.
[5] עֵץ [˓eṣ] (pl. עֵצִים, cstr. עֲצֵי) árbol(es), planta, madera, leña.
[6] טוב QAL: 1) Ser bueno, ser hermoso (Núm. 24:5; 2 Sam. 3:19). 2) Con Prep. עַל: estar bien, estar alegre: tov aláv = estaba bien, es decir, estaba alegre, eufórico (1 Sam. 25:36; 2 Sam. 13:28). 3) Con Prep. עִם: rener favor, obtener gracia de parte de: holéj ve-gadél va-tov im = crecía y tenía el favor de parte de (1 Sam. 2:26). 4) Con Prep. מִן: Ser mejor que: mah tovu dodáyij mi-yáyin = qué mejores son tus caricias que el vino (Cant. 4:10). 5) Irle bien a alguien (Deut. 15:16). — Perf. טוֹב, טוֹבוּ; Impf. יִיטַב; Inf. טוֹב, טוּב.
HIFIL: Hacer bien, hacer lo recto (1 Rey. 8:18; 2 Rey. 10:30). — Perf. הֲטִיבוֹתָ.
[7]En los manuales más antiguos se indican casi siempre Gen 6, 5, 8, 21, Jer 13, 23, 17, 9, Sal 14, 2 S , 116, 11, y Job 14,4.
[8] P. Jacobs, H. Krienke, «Foreknowledge, Providence, Predestination», The New International Dictionary of New Testament Theology, Grand Rapids, Zondervan, 1975, I, pp. 693–95. Traducción castellana en Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, Lothar Coenen, Erich Beyreuther y Hans Bietenhard, editores, Salamanca, Sígueme, 1983, III, p. 430.
[9] Enrique Denzinger, El Magisterio de la Iglesia, Barcelona, Herder, 1963, p. 414.
[10] Ludwig Ott, Fundamentals of Catholic Dogma, St. Louis, MO, B. Herder Book Company, 1958, pp. 90–91.
[11] Karl Rahner y H. Vorgrimler, Diccionario Teológico, Barcelona, Herder, 1966, pp. 598–599.
[12] Santa Sede, Catecismo de la Iglesia Católica, España, Asociación de Editores del Catecismo de la Iglesia Católica, 1992, p. 7.
[13] Ibíd., párrafos 302–308.
[14] Ibíd., párrafos 309–310.
[15] Heppe, op. cit., p. 256.
[16] L. Berkhof, Teología Sistemática, Grand Rapids, y México, Confraternidad Calvinista Americana, 1969, p. 196.
[17] Idem.
[18] Charles Hodge, Systematic Theology, 3 vols., Grand Rapids, W. B. Eerdmans Publishing Company, sin fecha, I, p. 575.
[19] Augustus H. Strong, Systematic Theology, Philadelphia, The Judson Press, 1907. Edición de 1943, pp. 419–20.
[20] S. H. Lacy, Introducción a la Teología Sistemática, El Paso, Texas, Casa Bautista de Publicaciones, 1972, p. 135.
[21] W. T. Purkiser, redactor, Explorando Nuestra Fe Cristiana, Kansas City, Mo., Casa Nazarena de Publicaciones, 1979, Prefacio.
[22] Ibíd., pp. 165–167.
[23] Ibíd., p. 181.
[24] Pedro Arana Quiroz, Providencia y Revolución, Lima, Perú, Estandarte de la Verdad, 1970, p. 10.
[25] Ibid. p. 11.
[26] Ibid. p. 105.
[27] Ibid. pp. 22–23. Véase de Ezequiel Lango, Catecismo Menor Explicado, México, Casa de Publicaciones El Faro, 1973, cuarta edición, pp. 33–34.
[28] C. René Padilla y otros autores.
[29] Arana Quiroz, op. cit., pp. 25–26.

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