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lunes, 13 de febrero de 2012

EL APOYO UNICO DE LA ARQUEOLOGÍA BIBLICA EN LA EXEGEIS BIBLICA

La arqueología nos abre una nueva puerta para el estudio de las civilizaciones antiguas, lo que a su vez nos ayuda a entender mejor e interpretar adecuadamente los documentos históricos antiguos, tanto seculares como bíblicos. Esta investigación arqueológica de la vida antigua incluye el estudio de los monumentos, inscripciones, lenguaje, literatura, arte, arquitectura, implementos, casas, ciudades, y todos los vestigios del hombre y sus actividades. Aplicada a los estudios de la Biblia, cada una de las áreas de la investigación bíblica es iluminada y enfocada correctamente por el conocimiento que viene de la arqueología del Medio Oriente.
I. La arqueología y la historia bíblica.
Los descubrimientos arqueológicos han ampliado y profundizado nuestro entendimiento de cada uno de los períodos mayores de la historia bíblica. La época de los Patriarcas se iluminó mediante el trabajo arqueológico que se hizo en muchas de las ciudades de ese tiempo—Hai, Siquem, Betel, Beerseba, Cerar, Dotán, Jerusalén—y el descubrimiento de verdaderos textos literarios de ese período—las tablillas de Nuzi y Mari. También se clarifican detalles más pequeños. ¿Cómo fue que Isaac no anuló su bendición a Jacob cuando descubrió que Esaú no la había recibido como era su plan (Gn. 27:34–41)? Las tablillas de Nuzi muestran que en el tiempo de los patriarcas una bendición oral era comprometedora, aun en una corte de justicia (Cyrus Gordon, BA, III, 1, p. 8). ¿Cómo fue que Labán, con toda autoridad, pudo apuntar a sus nietos y decir, «las hijas son hijas mías, y los hijos, hijos míos son» (Gn. 31:43)? Las tablillas de Nuzi muestran que en aquel día el abuelo ejercía el control sobre sus nietos (ibid).
Como resumen de la abundante luz arrojada sobre los reyes de la Biblia, podemos notar que los descubrimientos arqueológicos confirman la existencia de cuarentaiún reyes (R.D. Wilson, A Scientific Investigation of the Old Testament, The Sunday School Times Co., Filadelfia, 1926, pp. 72–73).
II. La arqueología como un comentario.
Por generaciones los estudiantes de la Biblia han recurrido a los comentarios cuando necesitaron alguna luz en relación con algún pasaje bíblico. En tiempos modernos la arqueología ha provisto un enorme nuevo comentario. Los estudiosos de la Biblia podrían hacer conjeturas en cuanto al sentido de la declaración que aparece tres veces en el Pentateuco: «No guisarás el cabrito en la leche de su madre» (Ex. 23:19; 34:26; Dt. 14:21); pero no fue hasta que se descubrieron las tablillas de Ras Shamra (excavadas en 1929), y se estudiaron (1930 hasta el presente), que pudimos saber que el asunto se refería a una práctica ritual pagana: una de las tablillas de Ras Shamra indica que si uno quiere agradar a cierta deidad, debe cocinar un cabrito en leche. El antiguo Israel estaba siendo advertido de no ceder a las prácticas paganas de los pueblos vecinos.
En suma, se han escrito libros completos desde un punto de vista arqueológico en los varios períodos y áreas del estudio de la Biblia. Un ejemplo es John Garstang, Joshua, Judges, Constable, Londres, 1931.
III. La arqueología y la datación de los libros de la Biblia.
Varios críticos han fechado estos libros mucho más tarde de lo que requeriría su evidencia interna. Wellhausen y sus seguidores hicieron del Pentateuco una compilación tardía (siglos noveno al quinto a.C.), como mil años después de los días de Abraham y cientos de años después del tiempo de Moisés. Sin embargo, los descubrimientos arqueológicos, tales como las tablillas de Nuzi, muestran que el trasfondo del Pentateuco es muy antiguo y no debe fecharse como si tuviesen un trasfondo tardío.
Muchos de los Salmos han sido fechados como compuestos en los períodos persas y griegos (siglo sexto al tercero a.C.), y aun en el tiempo herodiano. Una y otra vez la evidencia de Ras Shamra ha demostrado que muchos Salmos que habían sido fechados como tardíos por algunos críticos deben volver a su antigua fecha (W. F. Albright, The Archaelogy of Palestina, Penguin, Baltimore, revised 1956, pp. 226–227). Podrían darse otras ilustraciones de cómo las fechas deben empujarse hasta una posición antigua, a causa de la evidencia arqueológica.
IV. Arqueología y evidencias.
El valor apologético que tiene la arqueología es tan conocido que casi no necesita mencionarse. Encontramos que la historia bíblica es confirmada en cada uno de sus períodos, tanto en sus áreas generales como en detalles minúsculos. Esto se ve en la exactitud del trasfondo patriarcal (evidenciada por las tablillas de Nuzi, Mari y otras más), en detalles específicos como la confirmación de la existencia de los hititas, pueblo que antes era dudoso (evidenciado por Boghaz-Koi, cf. Free, Archaeology and Bible History, Scripture Press, Wheaton, Illinois, 5th ed., 1956, pp. 125–126) o individuos mencionados una sola vez, tales como Sargón (Is. 20:1; cf. los descubrimientos en Khorsabad, ibid, pp. 200–201) o narraciones dudosas, como el fracaso de Senaquerib cuando trató de tomar Jerusalén (2 R. 19:35–36; confirmado porque Senaquerib no se jactó de haber capturado la ciudad—sólo pudo decir «encerré a Ezequías como a un pájaro en su jaula». De manera que, tanto ejemplos generales como específicos sobre la veracidad histórica de la Biblia podrían ser multiplicados (Millar Burrows, What Mean Those Stones, American Schools of Oriental Research, New Haven, 1941, p. 281).
V. Arqueología y exégesis.
La arqueología no sólo arroja luz sobre la situación histórica en general, sino que con frecuencia le aclara al exégeta el significado particular de las palabras y frases. La afirmación sobre Moisés de que «sus ojos nunca se oscurecieron, ni perdió su vigor» (Dt. 34:7), ha causado problemas a los intérpretes de todos los tiempos. La palabra traducida «vigor» (lēaḥ) es similar a la palabra que en hebreo se usa para maxilar, de ahí que algunos por extensión la tradujeron como «dientes» (Jerónimo en la Vulgata). El descubrimiento de las tablillas de Ras Shamra arrojó luz objetiva sobre el problema, ya que allí aparece la palabra dos veces en el sentido de vigor viril o fuerza natural. Tanto Jerónimo como los traductores griegos estaban equivocados, pero la RV60 tenía la razón al traducir «vigor» (Albright, BASOR 94). Podrían darse muchos otros ejemplos de cómo las palabras y frases, tanto del AT como del NT, quedan aclaradas. No hace mucho se abrió toda una nueva área de estudio al principio de este siglo, y se debió al descubrimiento de papiros griegos que en su texto contenían material no literario de la vida diaria. Los papiros fueron hallados en Egipto.
VI. Arqueología y hermenéutica.
Con frecuencia la interpretación de un pasaje depende en gran manera de un conocimiento correcto de los factores históricos, geográficos y lingüísticos. Como ya hemos dicho, la arqueología es una ayuda necesaria en todo esto. Más aun, una traducción correcta es un requisito primario, y es aquí donde las fuentes arqueológicas son de ayuda constante. Por ejemplo, es necesario saber si eran los dientes o el vigor físico de Moisés los que nunca decayeron para poder interpretar correctamente el pasaje de Dt. 34:7.
En relación con el NT, un gran número de palabras han sido ampliadas en su significado y otras interpretaciones antiguas modificadas definidamente por el descubrimiento de los papiros no literarios. Fue Adolph Deissmann el primero en hacer notar la gran importancia de estos papiros (Light from the Ancient East, Doran, New York, 1927).
VII. La arqueología y el marco histórico.
Para poder tener una comprensión adecuada de las Escrituras, uno necesita conocer el medio ambiente histórico en los cuales se desenvolvieron sus acontecimientos. Por ejemplo, uno se desorienta al ver cómo Labán persigue a Jacob y Raquel para recobrar las imágenes (ídolos) de la familia que Raquel había robado (Gn. 31:19–23). Al descubrirse las tablillas de Nuzi esta conducta intrigante quedó aclarada, ya que muestran que si alguno poseía las imágenes del padre de la familia, entonces podía reclamar la herencia de la familia. A la luz de esta evidencia uno puede entender fácilmente el apuro de Labán por recobrar las imágenes que creía llevaba Jacob, y al cual no quería como heredero.
Como mil años después del período patriarcal, se narra que Salomón recibió como visita a la pintoresca reina de Sabá, relato que a menudo se tenía como espurio. Algunos encontraban en el relato un aire de irrealidad, pero los descubrimientos arqueológicos de los anales asirios han esfumado la crítica. Estos documentos nos entregan detalles verídicos de la tierra de Sabá al principio del primer milenio a.C. que confirman su realidad histórica. Tal como el profesor James Montgomery de la Universidad de Pennsylvania lo ha hecho notar, el ambiente histórico de Salomón y la reina de Sabá tal como la Biblia lo describe es «totalmente correcto» (Arabia and the Bible, University of Pennsylvania Press, Filadelfia, 1934, p. 180).
VIII. La arqueología y la crítica literaria.
La Crítica Literaria tiene que ver con la paternidad literaria, la fecha, el propósito y la integridad de los libros de la Biblia. La paternidad literaria evidente de los libros de la Biblia a menudo se niega en base a que el libro tiene un trasfondo demasiado tardío para pertenecer al autor que se afirma. De esta forma, según muchos críticos el Pentateuco no pudo ser obra de Moisés por el supuesto trasfondo tardío. Pero al ser descubiertas las tablillas de Nuzi en el siglo veinte y de Mari, al igual que otras también, estas tablillas demostraron justamente lo contrario—un trasfondo temprano, y de esta forma se quitó toda objeción a la paternidad literaria de Moisés. Podrían darse muchos otros ejemplos notables sacados de la arqueología para aclarar problemas de fecha y paternidad literaria de los libros del AT. Una y otra vez la alta crítica queda sin base alguna (cf. W. F. Albright, Archaeology of Palestine, p. 225).
La evidencia arqueológica también confirma las fechas tempranas de la composición del NT. Por ejemplo, el supuesto uso anacrónico de didaskalos o maestro, que señala una fecha tardía para el Evangelio de Juan queda anulado por el descubrimiento de inscripciones osarias antiguas que contenían la palabra (ibid., p. 244).
IX. La arqueología y la teología.
El teólogo se mete en problemas cuando se hacen preguntas en cuanto a la bondad de Dios. Por ejemplo, los mandamientos de Dios de arrasar con los paganos cananeos de las tierra prometida son perturbadores (Dt. 7:1–5). ¿Cómo se armoniza esto con la bondad de Dios? En cuanto a este preciso punto los descubrimientos arqueológicos muestran que los cananeos tenían un culto licencioso y corrompido, tal como lo evidencian las tablillas de Ras Shamra, lo que hizo necesario que el juicio cayera sobre ellos.
El teólogo sistemático trabaja con un cuerpo de verdad revelada. Si se presenta esta revelación como inexacta, históricamente incorrecta, y llena de contradicciones, ¿qué le queda al teólogo como cimiento sobre el cual edificar? Los resultados de la investigación arqueológica han demostrado el sólido apoyo que hay a favor de la revelación que los cristianos aceptan y para la teología que de ella se deriva.

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